Un acuerdo sobre «minerales» entre EEUU y Ucrania en lugar de un acuerdo de paz
Una de las
promesas importantes de D. Trump durante la campaña electoral fue que iba a poner
fin a las hostilidades en Ucrania. No porque Putin estuviera violando el
derecho internacional y el sistema de seguridad internacional en Europa y el
mundo con su invasión masiva, lo que no era una gran preocupación para Trump,
sino porque creía que podría «resolver rápidamente el conflicto», que, en su
opinión, se estaba agravando debido a la «inepta» política de ayuda a Ucrania
del presidente Biden. No lo hizo ni en las 24 horas prometidas ni en los 100
días de mandato, cuando los presidentes suelen mostrar las primeras pruebas de
la corrección y eficacia de su rumbo político.
El actual
presidente estadounidense no tenía ninguna intención de ayudar a Ucrania, ya
que no ve ningún sentido en proteger los derechos legítimos de la víctima de
una agresión y ni siquiera considera a Rusia un agresor. No le preocupan la
justicia, el derecho ni la seguridad en una región que le es lejana, se limita
a la tarea de detener simplemente el derramamiento de sangre, y la culpa del
derramamiento de sangre que se prolonga desde hace demasiado tiempo no es del
agresor, sino de los predecesores de Trump, B. Obama y D. Biden, así como de V.
Zelenskyy, quien no tiene fuerzas para resistir a un enemigo que es 20 veces
superior a él.
Los «incansables
esfuerzos» para poner fin a la guerra por parte de D. Trump y sus enviados
tienen como objetivo persuadir al agresor de que se contente con lo que ya ha
tomado bajo su control en Ucrania y convencer a V. Zelenskyi de que no podrá
recuperar lo que ha perdido. Se sabe que el entorno de D. Trump está
promoviendo seriamente planes para reconocer la anexión de Crimea y cuatro
provincias declaradas rusas y, a cambio, permitirle a Ucrania utilizar
libremente el curso bajo del río Dnipró.
A pesar de las
declaraciones de D. Trump de que le gustaría ayudar a Ucrania (con la
advertencia de que el presidente Zelenskyy no merece apoyo personalmente), las
principales negociaciones de la parte estadounidense se llevan a cabo con Rusia,
sin implicar a Ucrania ni a sus aliados europeos, y la prestación de ayuda está
condicionada a una compensación material por parte de la víctima de la
agresión, aunque obviamente no es posible.
El acuerdo
ucraniano-estadounidense sobre minerales de tierras raras, rubricado a finales
de abril tras meses de consultas, tensiones y presiones entre bastidores,
pretende crear una base para el interés económico de un importante socio
estadounidense en las actividades en la Ucrania devastada por la guerra. Aunque
se han eliminado del documento final puntos controvertidos, como la mención de
la deuda debido a la ayuda prestada, la pérdida de la plena soberanía ucraniana
sobre el subsuelo, etc., el acuerdo suscita muchas dudas no sólo sobre su
eficacia, sino también sobre su viabilidad en general.
El acuerdo prevé
la creación de un fondo de inversión para el desarrollo de yacimientos de
minerales, petróleo y gas, con participación a partes iguales de EEUU y
Ucrania, y se espera que constituya la base de una cooperación económica a
largo plazo entre ambos países. Ante todo, uno se pregunta cuántas pueden ser
las partes iguales que inviertan el gigante norteamericano y una Ucrania empobrecida
por la guerra. Otra pregunta es cómo mantener interesado a EE.UU. por un 5 por
ciento de las reservas mundiales minerales críticas, incluidos 17 elementos de
tierras raras, que posee Ucrania y que, en parte, están bajo la ocupación rusa,
cuando Rusia las tiene en mayor cantidad y ha ofrecido cooperación en su
explotación a EE.UU.
El acuerdo podrá
funcionar solo en condiciones de paz, sin embargo, no está directamente
relacionada con el cese de hostilidades en Ucrania, y es ingenuo esperar que
pueda traer la paz. Tampoco prevé garantías de seguridad: no contiene ninguna
disposición sobre garantías de seguridad para Ucrania por parte de Estados
Unidos. No sustituye ni complementa ninguna alianza o compromiso de defensa.
Las declaraciones de altos funcionarios estadounidenses en cuanto a que el
acuerdo es una clara señal hacia Rusia de que EE.UU. quiere ver a Ucrania “libre,
soberana y próspera” o lo que dijo D. Trump, que el acuerdo impide que en su
ámbito entren otros “bad guys”, no significan realmente ninguna garantía de
seguridad.
Muy
desconcertante fue el comentario del presidente norteamericano, quien se
apresuró a asegurar a sus partidarios que el gran ganador sería en todo caso
EE.UU.: “hoy hemos firmado un acuerdo que teóricamente nos dará mucho más de
350.000 millones de dólares”, la cantidad que “Biden les dio [a los ucranianos]
en efectivo y equipo militar”. Con esto poco le queda a la parte positiva real
de la firma del acuerdo que levanta el cese de la ayuda militar a Ucrania. Aunque
hablando con precisión, se trata de un permiso de vender material militar a Ucrania
y no de prestar ayuda. La administración Trump informó al Congreso de Estados
Unidos que planea exportar productos relacionados con la defensa a Ucrania a
través de ventas comerciales directas (DCS) de 50 millones de dólares. Tomando
en cuenta que el último paquete de ayuda era de 60 mil millones y que el
presidente ucraniano recientemente propuso hacer una compra por 50 mil millones
de dólares (de lo que D. Trump se burló), próximamente no se puede contar con
un apoyo a Ucrania por parte de EE.UU.
Ha sido
fatalmente equivocado convertir a EE.UU. en el principal soporte; la actual
administración norteamericana no habla ni de una liberación del país invadido,
ni de una derrota del agresor. En resumidas cuentas, las medidas que tomó la
administración de D. Trump en estos cien días solo desfavorecieron a Ucrania y buscaron
no molestar al agresor, que ni siquiera es reconocido como tal, sino que es
tratado como un actor ni siquiera igualitario en una disputa sin sentido. Los planteamientos
de V. Zelenskyi sobre la recuperación de Crimea y otros territorios ucranianos son
tachados por Trump como ridículos, porque fueron ocupados cuando Trump no era
presidente, mientras que a Putin le pide “Vladimir, PARA”, porque sus barbáricos
y mortíferos bombardeos de ciudades
ucranianas son “innecesarios e inoportunos”. Tal actitud frente a un terrorista
le anima a plantear exigencias aún mayores.
La lucha de
Ucrania por su independencia se convirtió bajo V. Zelenskyi en mayor dependencia
del patrón en ultramar. Fue una elección libre y consciente, pero por esto no
deja de ser equivocada, porque el patrón no tiene ningún interés en proteger la
soberanía de la nación ucraniana, no entiende del derecho a la
autodeterminación e identidad nacional, puesto que no representan valores
reales para él. Tampoco es de su interés hacer frente al enemigo de Ucrania ni
correr peligro defendiendo a sus amigos europeos.
En estos 100 días
Ucrania ha demostrado ser capaz de hacer frente a un enemigo que la supera “20
veces” y, consolidando sus alianzas al margen del poderoso “tío norteamericano”
(unido, el continente europeo es mucho más potente que EE.UU., ni hablar de
Rusia), podrá obligar al agresor a que renuncie a sus planes de expansión y
retroceda para sentarse a negociar la forma de reparar los daños causados por su
invasión. Si para Trump esto son castillos en el aire construidos sobre
conceptos inexistentes en su cosmovisión, para Europa es una necesidad imperante.
Mantener la guerra reducida al territorio de Ucrania no impedirá que tarde o
temprano se propague al resto del continente. Se debe detener al enemigo ya y
castigarlo, buscar compromisos con él es un peligro fatal.
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