dissabte, 3 de maig del 2025

Un acuerdo sobre «minerales» entre EEUU y Ucrania en lugar de un acuerdo de paz

Una de las promesas importantes de D. Trump durante la campaña electoral fue que iba a poner fin a las hostilidades en Ucrania. No porque Putin estuviera violando el derecho internacional y el sistema de seguridad internacional en Europa y el mundo con su invasión masiva, lo que no era una gran preocupación para Trump, sino porque creía que podría «resolver rápidamente el conflicto», que, en su opinión, se estaba agravando debido a la «inepta» política de ayuda a Ucrania del presidente Biden. No lo hizo ni en las 24 horas prometidas ni en los 100 días de mandato, cuando los presidentes suelen mostrar las primeras pruebas de la corrección y eficacia de su rumbo político.

El actual presidente estadounidense no tenía ninguna intención de ayudar a Ucrania, ya que no ve ningún sentido en proteger los derechos legítimos de la víctima de una agresión y ni siquiera considera a Rusia un agresor. No le preocupan la justicia, el derecho ni la seguridad en una región que le es lejana, se limita a la tarea de detener simplemente el derramamiento de sangre, y la culpa del derramamiento de sangre que se prolonga desde hace demasiado tiempo no es del agresor, sino de los predecesores de Trump, B. Obama y D. Biden, así como de V. Zelenskyy, quien no tiene fuerzas para resistir a un enemigo que es 20 veces superior a él.

Los «incansables esfuerzos» para poner fin a la guerra por parte de D. Trump y sus enviados tienen como objetivo persuadir al agresor de que se contente con lo que ya ha tomado bajo su control en Ucrania y convencer a V. Zelenskyi de que no podrá recuperar lo que ha perdido. Se sabe que el entorno de D. Trump está promoviendo seriamente planes para reconocer la anexión de Crimea y cuatro provincias declaradas rusas y, a cambio, permitirle a Ucrania utilizar libremente el curso bajo del río Dnipró.

A pesar de las declaraciones de D. Trump de que le gustaría ayudar a Ucrania (con la advertencia de que el presidente Zelenskyy no merece apoyo personalmente), las principales negociaciones de la parte estadounidense se llevan a cabo con Rusia, sin implicar a Ucrania ni a sus aliados europeos, y la prestación de ayuda está condicionada a una compensación material por parte de la víctima de la agresión, aunque obviamente no es posible.

El acuerdo ucraniano-estadounidense sobre minerales de tierras raras, rubricado a finales de abril tras meses de consultas, tensiones y presiones entre bastidores, pretende crear una base para el interés económico de un importante socio estadounidense en las actividades en la Ucrania devastada por la guerra. Aunque se han eliminado del documento final puntos controvertidos, como la mención de la deuda debido a la ayuda prestada, la pérdida de la plena soberanía ucraniana sobre el subsuelo, etc., el acuerdo suscita muchas dudas no sólo sobre su eficacia, sino también sobre su viabilidad en general.

El acuerdo prevé la creación de un fondo de inversión para el desarrollo de yacimientos de minerales, petróleo y gas, con participación a partes iguales de EEUU y Ucrania, y se espera que constituya la base de una cooperación económica a largo plazo entre ambos países. Ante todo, uno se pregunta cuántas pueden ser las partes iguales que inviertan el gigante norteamericano y una Ucrania empobrecida por la guerra. Otra pregunta es cómo mantener interesado a EE.UU. por un 5 por ciento de las reservas mundiales minerales críticas, incluidos 17 elementos de tierras raras, que posee Ucrania y que, en parte, están bajo la ocupación rusa, cuando Rusia las tiene en mayor cantidad y ha ofrecido cooperación en su explotación a EE.UU.

El acuerdo podrá funcionar solo en condiciones de paz, sin embargo, no está directamente relacionada con el cese de hostilidades en Ucrania, y es ingenuo esperar que pueda traer la paz. Tampoco prevé garantías de seguridad: no contiene ninguna disposición sobre garantías de seguridad para Ucrania por parte de Estados Unidos. No sustituye ni complementa ninguna alianza o compromiso de defensa. Las declaraciones de altos funcionarios estadounidenses en cuanto a que el acuerdo es una clara señal hacia Rusia de que EE.UU. quiere ver a Ucrania “libre, soberana y próspera” o lo que dijo D. Trump, que el acuerdo impide que en su ámbito entren otros “bad guys”, no significan realmente ninguna garantía de seguridad.

Muy desconcertante fue el comentario del presidente norteamericano, quien se apresuró a asegurar a sus partidarios que el gran ganador sería en todo caso EE.UU.: “hoy hemos firmado un acuerdo que teóricamente nos dará mucho más de 350.000 millones de dólares”, la cantidad que “Biden les dio [a los ucranianos] en efectivo y equipo militar”. Con esto poco le queda a la parte positiva real de la firma del acuerdo que levanta el cese de la ayuda militar a Ucrania. Aunque hablando con precisión, se trata de un permiso de vender material militar a Ucrania y no de prestar ayuda. La administración Trump informó al Congreso de Estados Unidos que planea exportar productos relacionados con la defensa a Ucrania a través de ventas comerciales directas (DCS) de 50 millones de dólares. Tomando en cuenta que el último paquete de ayuda era de 60 mil millones y que el presidente ucraniano recientemente propuso hacer una compra por 50 mil millones de dólares (de lo que D. Trump se burló), próximamente no se puede contar con un apoyo a Ucrania por parte de EE.UU.

Ha sido fatalmente equivocado convertir a EE.UU. en el principal soporte; la actual administración norteamericana no habla ni de una liberación del país invadido, ni de una derrota del agresor. En resumidas cuentas, las medidas que tomó la administración de D. Trump en estos cien días solo desfavorecieron a Ucrania y buscaron no molestar al agresor, que ni siquiera es reconocido como tal, sino que es tratado como un actor ni siquiera igualitario en una disputa sin sentido. Los planteamientos de V. Zelenskyi sobre la recuperación de Crimea y otros territorios ucranianos son tachados por Trump como ridículos, porque fueron ocupados cuando Trump no era presidente, mientras que a Putin le pide “Vladimir, PARA”, porque sus barbáricos y mortíferos  bombardeos de ciudades ucranianas son “innecesarios e inoportunos”. Tal actitud frente a un terrorista le anima a plantear exigencias aún mayores.

La lucha de Ucrania por su independencia se convirtió bajo V. Zelenskyi en mayor dependencia del patrón en ultramar. Fue una elección libre y consciente, pero por esto no deja de ser equivocada, porque el patrón no tiene ningún interés en proteger la soberanía de la nación ucraniana, no entiende del derecho a la autodeterminación e identidad nacional, puesto que no representan valores reales para él. Tampoco es de su interés hacer frente al enemigo de Ucrania ni correr peligro defendiendo a sus amigos europeos.

En estos 100 días Ucrania ha demostrado ser capaz de hacer frente a un enemigo que la supera “20 veces” y, consolidando sus alianzas al margen del poderoso “tío norteamericano” (unido, el continente europeo es mucho más potente que EE.UU., ni hablar de Rusia), podrá obligar al agresor a que renuncie a sus planes de expansión y retroceda para sentarse a negociar la forma de reparar los daños causados por su invasión. Si para Trump esto son castillos en el aire construidos sobre conceptos inexistentes en su cosmovisión, para Europa es una necesidad imperante. Mantener la guerra reducida al territorio de Ucrania no impedirá que tarde o temprano se propague al resto del continente. Se debe detener al enemigo ya y castigarlo, buscar compromisos con él es un peligro fatal.

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